domingo, 6 de julio de 2008

UN ATAUD PARA LOS RECUERDOS


Leticia diluyó pastillas para dormir en la leche de sus dos hijos. Ella los mandó a la cama como siempre y hasta les puso la pijama. Los miró mientras fueron perdiendo el conocimiento, se acurrucó junto a ellos, los acarició con ternura. Eran su adoración y no podría vivir sin ellos, pero tampoco sin el padre de las criaturas. En cuanto dejaron de moverse, sus lágrimas fueron más insistentes. Los sollozos se volvieron incontenibles. Toñito era el vivo retrato de su padre y sonreía con el mismo brillo en los ojos. Laurita tenía algo de ambos, y a sus siete años parecía una princesita como de anuncio televisivo.Leticia y Antonio se conocieron en la universidad. Siempre se gustaron, así que era natural que se hicieran novios.
Ella resultó embarazada antes del último año de la carrera, así que debió dejar los estudios. Los padres de Toño decidieron que debían casarse, porque además la nuera siempre fue encantadora. Siempre los apoyaron en todo, así que él pudo culminar la licenciatura. Desde entonces ya trabajaba en el despacho de su padre. Allí fue donde se enamoró de la secretaria, que era más joven y más hermosa que Leticia. Cuando Antonio se lo dijo, no pudo articular palabra. No hizo escándalos, ni le rogó que lo reconsiderara. Claro que le pareció injusto, pero trató de entenderlo. Llevaban 11 años juntos y siempre fue una esposa modelo. Claro, él se mantenía en forma y era atractivo.
En cambio, Leti se veía al espejo y ya no se gustaba. Las estrías, los kilitos de más, las secuelas de dos embarazos, la falta de ejercicio, ese gusto por las hamburguesas, le habían pasado la factura. Era linda y tenía buen gusto para vestirse, “pero no puedo competir con una jovencita de 25 años”, había dicho a su cuñada Ximena, que siempre fue su confidente. “Ya me pidió el divorcio”, narró abatida, “y me dijo que no nos iba a faltar nada”. Ximena quería mucho a su hermano, pero aceptó que era un imbécil. “Mi papá ya habló con él, pero no entiende porque está enculado”; luego trató de consolar a Leticia: “Vas a ver que se dará cuenta de que en ningún lugar estará mejor que contigo y va a regresar con la cola entre las patas; no te desesperes”. Pero Leti sabía que eso no sucedería. Se lo musitaba el corazón, se lo gritaba su instinto.Abatida por la congoja, Leti se sentó frente al tocador. No tenía muchas ganas, pero se maquilló como si fuera a salir, se peinó el cabello y se lo amarró con una cinta negra. Por unos momentos se perdió en la contemplación del vacío. Sin Antonio, la rutina diaria le parecía más pesada que el ataúd en que reposaban sus buenos recuerdos. Siempre que se arreglaba, se sentía guapa, con cierto estilo. “Tu abuela te heredó la elegancia”, solía comentarle su madre. “Ay, mi pobre madre, estará desconsolada”. Decidió escribirle una carta. Una vez que dejó todo listo, sin reclamos para nadie, con agradecimientos para sus seres queridos, Leti fue al baño y cerró bien la puerta y las ventanas. Luego se dirigió a la sala, el comedor, las recámaras, para checar que todo estuviera perfecto. Selló con una toalla mojada el espacio bajo la puerta principal. No debía haber ningún punto de fuga. Abrió todas las llaves de la estufa, se persignó y las lágrimas le nublaron brevemente la visión. Sintió naúseas tan sólo de pensar en la desgracia, en lo que dirían sus padres, en la cara que pondría Antonio. Leti estuvo a punto de desfallecer, pero se recargó en el fregadero. Se recompuso y fue a la recámara. Entonces se tomó su dosis para conciliar el sueño. Mientras el sopor la iba invadiendo, se recostó junto a sus pequeños. Recordó el rostro que tanto le gustaba de Antonio, el mismo con el que se casó enamorada y que ahora no podía odiar pese a que la había abandonado. No lo culpó, porque las mujeres como ella se entregan sin reservas, sin cuestionamientos. Incluso lo justificó: es que él siempre fue guapo, así que le parecía normal que otras mujeres se fijaran en él. Antes de cerrar los ojos abrazó a sus dos pequeños. Una última lágrima recorrió su mejilla.***

Alguien notó el fuerte olor a gas, a los dos días. Como nadie respondió a los toquidos, el portero llamó al cerrajero. Nadie está preparado para una escena tan dramática. Llamaron a la policía y también a los familiares. La vecina del departamento 204 musitó una plegaria mientras sacaban los cuerpos. Dicen que Antonio se desmayó cuando se encontró con el rostro de la muerte. Eso fue hace tres días y hasta salió en un par de periódicos. Yo me enteré porque en este edificio todo se sabe: si hace una fiesta hasta la madrugada, si la chava del 403 es teibolera, si yo siempre llego borracho, si el señor del 501 le va a las Chivas. Creo que me voy a mudar de este sitio porque no podré dejar de escuchar las risas de esos niños, como siempre que jugaban en la azotehuela.

viernes, 4 de julio de 2008


Nadie en el mundo va a dartetu lugar si tú no lo ocupas primero.Al que elige con firmeza su papel,nadie le dicta el libretoni le señala cuando debe entrar o salir;sólo tú eres el director, guionistay protagonista de tu historia.No importa tanto en realidadsi eres un actor secundarioen la obra de otros;lo esencial es que seasel actor principal en la tuya,y también el redactor de tu libreto.Es irrelevante el tiempo asignado a tu papel, siempreserá el necesariopara tu participación;pero cuida de no equivocarte de escenario:el tuyo es aquélen el que se juega tu suerte.No la de otro,por apasionantes que puedan parecerlos libretos ajenos.Esto tiene que vercon la elección conscientede tu libertad en todos los niveles,que te llevará siempre a negartea la aceptación de ese papelque muchos asumen para descansar de sus obligaciones:que es el de víctima.Indaga profundamente en tu interiorcuál es tu si-no, cuáles son tus talentos, cuáles loslenguajes con los que ansías expresarte, y luegoactúa.No te limites a una sola forma de expresión, emprendela aventurade descubrir de cuántos modospuedes llegar a los demás con tu mensaje.Cada conducta es una forma de manifestación; no telimites al desempeñode un único papel en tu vida.Cambia, amplía tu experiencia,pruébate en cosas nuevas,ensaya algo distinto,en tu trabajo, en tus pasatiempos,en la forma de vincularte con los demás,en el modo de amar a Los que amas.No permitas que el miedo, los prejuicios,la moda, la rutina o la presión de los demás, aplaquenesa potencia creadora que habita en tu interior.Exprésate y no te justifiques,no expliques, no argumentes.Actúa, porque por cada unoque critica en voz alta,existen diez hermanos silenciososque crecen con tu ejemploy a quienes tu coraje impulsaa buscar en sí mismosla fuerza que te anima.Existe una verdad en ti,debe ser revelada y transformada en acción. Esa verdadse refiere a tu esenciay a las características peculiaresque te identifican.

ES CLARO QUE NO SOMOS QUIENES SOMOS , ALO MUCHO NOS PARECEMOS A LO QUE PRETENDEMOS SER...

El amor es un hotel de paso


Cupido es un niño regordete en las tarjetas de San Valentín. “Amor se llama el juego en que un par de ciegos juegan a hacerse daño”, sentencia Joaquín Sabina. Y los hoteles de paso se llenarán de hombres infieles y secretarias que andan con el licenciado que es casado. Y en todas las esquinas venden globos de corazón y ositos de peluche que nada saben de lujuria. En un motel no se hospeda la ternura. Una mujer llora en la semioscuridad mientras a su lado un hombre satisfecho y desnudo fuma un cigarrillo. No hay peor día para perder la virginidad que un 14 de febrero, en compañía de un tipo que eyacula demasiado pronto. En la radio suena una horrible canción que habla de abandonos. Desde la habitación contigua llegan gemidos obscenos. Aquella chica se cubre con una sábana tiesa que acumula orgasmos tiesos. Observa el condón usado, tirado en la alfombra junto a bolitas de papel higiénico, y un sollozo se ahoga en su garganta. Ni un “te amo”, ni una caricia tierna. Sólo palabras obscenas y aquel dolor en la entrepierna. Nunca olvidará esa tarde, en que se dejó llevar por esa pasión que ciega, por la amenaza de “me das una prueba de tu amor o ahí nos vemos”. Y recordará la angustia al entrar al hotel, los nervios por no saber qué hacer, la vergüenza por desnudarse frente a ese hombre que la mira de una manera que no presagia nada nuevo. Ya no será la misma, no podrá dormir tranquila. Y unas manos recorriendo sin tacto su cuerpo serán parte de sus pesadillas.